Wednesday, March 9, 2011

Un cuentito rescatado del Cascajo

Ya viene.

Ya viene, lo sé. Nadie me lo dijo pero estoy seguro que será hoy; desde la primera hora lo sentí. De hecho siempre lo supe. Pero hoy es el día (desde hace 10 años digo lo mismo todas las mañanas). No es gran cosa lo sé, pero además de mí nadie más lo sabía. Aunque fue lógico que se presentara así tan de repente, no dejó de sorprendernos; la noticia me dejo como aturdido. Cuando mire a R exaltado, sudando, respirando aceleradamente frente a mi puerta lo supe; R tenia la expresión de espanto , esa que pone es situaciones graves y esta, era la más grave a la que se había enfrentado, pobre R, simplemente no podía creerlo; a pesar de su corta edad era extremadamente inteligente e incluso llegue a pensar que ya lo sabía al igual que yo pero su reacción me indico lo contrario aunque pudo pasarle lo que a mí: Siempre lo supo y en el momento, aun sabiéndolo, se sorprendió.

Los dos le esperábamos con ansia, siempre fue así. Recuerdo las tardes en el porche mirando fijamente el viejo camino sentados sin decir una palabra siquiera, esperando. De esas tardes surgió una buena amistad por eso, cuando se entero fui el primero en recibir la noticia; más tarde me contaría que mientras caminaba hacia el rio, allá por el camino del viejo molino, miró una nube de polvo que le llamó la atención; eran las siete de la mañana y a esa hora no había transporte hacia el pueblo y era prácticamente imposible que algún otro ser viniera tan temprano pues las pocas personas que venían, aparte de el conductor del viejo camión colectivo y los repartidores que llegaban a la tienda, eran los nietos de Doña Concha, la anciana de 89 años que vive frente a la iglesia, quienes antes de venir cada verano llamaban a principios de Agosto para presentarse dos días después es su compacto rojo, paraban un día y partían de vuelta a la ciudad, ahora que lo pienso todos le teníamos cierta envida a Doña Concha pues era la única del pueblo en recibir visitas; por eso cuando miró la polvareda R se paró en seco y la siguió con la mirada hasta que descubrió un auto, era un Chevi del 72 (en ese momento no lo supo pues solo conocía el viejo VW que venía al pueblo cada verano y el camión de la tienda que salía 2 veces por semana para Arequipa) Siguió al auto hasta que este se detuvo en el recodo de la carreta, le llamábamos así por qué había una carreta atascada a esa altura de la carretera y que se había volcado hacia ya muchos años, R se acercó y miró a un joven salir del auto dispuesto a cambiar una llanta ponchada, tenía casi la misma edad que el solo que un poco más alto y fornido, lo observo por un rato pues se le hacía familiar. Había como 35° entonces, el joven se quitó la playera.

R sintió que todo se le revolvía como un pequeño huracán en el estomago, recordó el día en que él y su hermano estaban jugando en el rio, tenían 10 o 12 años, habían pasado toda la tarde bañándose así que subieron a mi casa a secarse; yo justo había terminado un dibujo y necesitaba una opinión así que su visita fue más que bienvenida, les mostré el más reciente boceto de un músico de cabello desaliñado y rojizo, vestido con un saco negro y pantalones rojos, daba la espalda, en el saco tenia dibujada una luna en cuarto menguante, esta luna les gusto muchísimo pues les recordaba las lunas que miraban por la noche acostados en el techo del potrero mientras compartían secretos y curiosidades, les gusto tanto que me pidieron se los regalara, tardaron 3 años en convencerme. Una mañana R despertó y su hermano no estaba, se levanto y salió a buscarlo, fue a mi casa pensando lo encontraría ahí mirando mis dibujos, recorrió todo el pueblo, y no lo encontró; todavía recuerdo su cara cuando le dije que no lo había visto desde hacía dos días, se parecía a la de hoy cuando me dio la noticia. Salimos a buscarlo hasta altas horas de la noche sin encontrar rastro ni seña así que nos sentamos en mi porche mirando el viejo camino como esperando que regresara. Así nos pasaron 10 años, sentados frente a mi casa mirando hacia el camino esperando que regresara, tenía 17 años cuando se fue, a R le dolió muchísimo, dejo prácticamente de hablar, ya no le importaban mis dibujos, poco a poco dejamos de hablar del tema pero todos los días nos sentábamos en el porche, todos los días lo recordábamos.

R echó a correr hacia mi casa, llego gritando que había regresado, que lo golpearía por dejarlo en este pueblo de mierda, por haberlo dejado solo, por el abandono, que lo odiaba por no llevarlo. Lo abrace e intente calmarlo, le dije que yo también estaba molesto con el pero que estaba bien, que no importaba nada, que por fin estaba aquí, que había regresado y que había tiempo para explicaciones, que todo cambiaria, que otra vez se bañarían en el rio toda la tarde, que mirarían la luna todas las noches, le dije todo esto y más; pero sobre todo, que le volverían a gustar mis dibujos. Se lo dije mientras corríamos a su encuentro ¿se lo dije o lo pensé? No importa ya está aquí. Ha regresado.

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